Santa Clara
Fundada en Ootacamund, India, por la Beata María de la Pasión, la Congregación de las Franciscanas Misioneras de María se expandió rápidamente por varios lugares de Asia, norte del África, Europa, siendo Francia desde donde parten hacia Canadá y al Perú. El 4 de marzo de 1911, a solicitud de Monseñor Mariano Holguín, llegan a Arequipa para atender a las niñas y jóvenes pobres.
Las Franciscanas Misioneras de María cumplen este año 100 años de servicio y entrega
¿Quiénes son?
Una familia, formada por un grupo de mujeres de todas las razas, clases sociales y de 74 nacionalidades distintas que, reunidas por el Espíritu, formaron una fraternidad internacional que sigue la identidad y carisma de María de la Pasión (Elena de Chappotin).
Una mujer de fuerte y tierna personalidad, que no tuvo miedo al riesgo ni a la dificultad y logró abrir un camino nuevo en la Iglesia. No sólo para ella sino para miles de mujeres que desde el principio le siguieron de todos los países y a las que envió a todos los continentes. Tras diferentes avatares, esta mujer audaz alentada por el Papa, el 6 de enero de 1877, a sus 37 años, emprende la
tarea de fundar un instituto misionero en la Iglesia.
A lo largo del siglo, veintinueve más han sellado con el holocausto de sus vidas, su presencia misionera en los distintos países del mundo. Sin contar las secuestradas, maltratadas, encarceladas y demás. Son las que han vivido hasta el fin la ofrenda total por la salvación del mundo, propia del carisma.
Además, muchas otras han dado su vida contagiadas por las epidemias a las que trataban de llevar alivio. Entre éstas destaca la beata María Assunta Pallota, víctima del tifus en 1905 en China, beatificada en 1954. Son ellas las que han dado al instituto su fecundidad misionera.
Otras 11.086 Franciscanas Misioneras de María han seguido el surco abierto por María de la Pasión llevando la Buena Noticia de la salvación a todos los pueblos.
¿Adónde vamos y qué hacemos?
El Instituto ha estado siempre al servicio de la Iglesia, allí donde se nos ha solicitado. En la actualidad, las Franciscanas Misioneras de María somos 8.010 y estamos presentes en 77 países de los cinco continentes, unidas por un mismo ideal y una idéntica misión: servir a la misión universal.
Para lograr el objetivo común del instituto –la transmisión del mensaje de Cristo– las Franciscanas Misioneras de María se hacen presentes entre los hermanos a través de múltiples actividades. En concreto, se trabaja por el desarrollo, la justicia y la liberación integral, como exigencia del Mensaje de Jesús. Allí donde no es posible el anuncio expreso de Jesucristo, por prohibirlo así las leyes del país, se evangeliza por el testimonio de presencia y vida. Su servicio a los más pobres, su solidaridad con el pueblo se convierte así en manifestación y signo del amor de Dios. Y como artífices de paz, se comprometen y luchan por un mundo más humano.
Como Francisco de Asís, prefieren a los más pobres, los marginados, excluidos. Viven entre los que reclaman pan y justicia, sin distinción de raza, cultura o nacionalidad, sin preguntarles por su religión o partido político. Siempre junto al débil, al disminuido físico o psíquico, con los analfabetos, en los campos de refugiados políticos, con los emigrantes, los que no tiene los papeles en regla o los que nunca pudieron tenerlos. Con los campesinos pobres, sin tierras y los sin país: en medio del pueblo palestino y del sirio, con los judíos, los libaneses o argelinos. Con los presos, los enfermos, los leprosos...
De una manera especial se preocupan de la promoción de la mujer en todos los países, por que son siempre las más pobres y por su trascendencia en la vida socio-familiar. También se trabaja en los barrios de delincuencia, prostitución, entre las familias hacinadas, con las minorías étnicas. Y por supuesto, con el mundo de la drogadicción y el Sida. ¡Ningún campo está cerrado a su misión!
Nuestra presencia en tantos y tan diferentes campos exige estar abiertas tanto a las necesidades del mundo actual como a la Palabra de Dios, mediante la oración personal y comunitaria. La oración es una parte esencial de nuestra vida. Y muchas veces la única evangelización posible cuando, después de treinta, cuarenta o cincuenta años en una misión, hay que regresar a casa para cuidar los achaques que los años y los trabajos han ido acumulando. Esta misión de ofrenda y oración es la que todas podemos realizar sin que cuente la edad o la salud. Una oración contemplativa para estar dispuestas como María: Su “Heme aquí... Hágase...” es nuestro lema.
sábado, 20 de agosto de 2011
Cien años de presencia evangelizadora en el Perú
Santa Clara
No hay comentarios:
Publicar un comentario